No importa quién jugará, ni como. La final de un mundial es como una tanda de penaltis, o como diría Forrest Gump una caja de chocolates: nunca sabes lo que te va a tocar. Para una histórica final cómo la de hoy vale todo: de la predicción del pulpo Paul a la superstición de ver el partido en el mismo sitio y con la misma gente, sentada en el mismo orden de cuartos y semifinal.
Y si los españoles se agarran al pulpo Paul, los holandeses confían en una langosta, un mono o un cocodrillo y tal vez, si lo supieran, también en Erica, mi prima de casi 11 años que desde que conoció el portero Stekelenburg (Stekelembuccher para ella), y esto fué justo antes del cuarto contra Brasil, no ha parado de animarlo y creer que ganará la copa de 5 kilos de oro puro, que esta noche entregará Fabio Cannavaro.
Mi familia interista va con Wesley Sneijder, mientras que yo, por un día hasta me olvido de mis colores, porque espero que este mundial se lo lleve mi segundo país, el que me ha acogido, y que también mis amigos españoles aprendan lo que significa llorar cuando tu capitán levanta la copa del mundo, el balón sustenido por los dioses del fútbol.
ciao vale ti devo chiedere una cosa puoi scrivere un articolo su stecchelembuccher?
RispondiEliminase lo scrivi ti daro tanti baci
aaaaaaaaaaaaaa e poi srivine uno sul pappagallo mario che fa la stessa cosa sul polpo ma con le carte.
CIAO DA ERI