En 1990 tenía casi 7 años cuando Roberto Baggio me conquistó con su primer mundial, el italiano, con la camiseta de la selección. En 1994 tenía casi 11 cuando lloré viendo como el jugador que menos lo merecía, fallaba el penalti decisivo para llevarse la copa más prestigiosa.
Baggio ha sido mi ídolo, siempre. Baggio es el jugador que me hizo amar el fútbol, aquel porque merecía la pena ser diferente de las otras niñas y jugar con un balón en vez que con las muñecas. Para mi Roby Baggio es el fútbol, la mágia de un campeón dentro y fuera del campo.
Para él y su vuelta a la Azzurra, mi nuevo artículo en Confesiones desde Milano mi blog sobre el Inter y el calcio italiano en Terra Deportes.
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