Madrid, 11 de la mañana. Delante del hotel Mirasierra Suit, donde aloja el Inter de Milán algunos aficionados esperan impacientes la salida de sus jugadores. Mezclados con ellos los periodistas de las cadenas más importantes de Italia, Rai 1, Mediaset, Sky Sport. Algunos visten con orgullo la camiseta del equipo que después de 45 años podría volver a escribir la historia.
Entre ellos estoy yo, acompañada por mis primos, que han llegado desde Italia y están a la espera de celebrar algo que sabe a mágico e increíble, una victoria del Inter en la Champions League. Caras llenas de ilusión, de esperanza; ojos que están bien abiertos y se fijan en cada movimiento de la seguridad que podría indicar la salida de algún jugador.
Durante la espera hago amigos, comparto opiniones, sueños y miedo, hablo con unos chicos cameruneses que gritan el nombre de Samuel Eto’o, el verdadero héroe de su País.
Durante la espera hago amigos, comparto opiniones, sueños y miedo, hablo con unos chicos cameruneses que gritan el nombre de Samuel Eto’o, el verdadero héroe de su País.
Es casi la una de la tarde cuando José Mourinho sale del hotel para marcharse a la Ciudad deportiva de Valdebebas, probablemente su próxima casa deportiva después de dos años en Appiano Gentile. Algunas chicas gritan su nombre, le mandan besos, intentan sacarle una foto de recuerdo. Él saluda, se despide, se va. Pero para mi generación, que hasta ahora no conocía lo que significaba la espera que se vive antes de una final de la Champions League, Mou se ha convertido en un emblema, un ídolo y lo será para siempre.
A las 2.30 de la tarde salen los jugadores y hacen una verdadera pasarela para subirse al autobús. Caras de concentración y felicidad al ver que el corazón de este Inter, el gran corazón de su afición esta allí, con ellos, para apoyarlos y acompañarlos para que cumplan el último esfuerzo. Chivu ve que cierro el puño como para darle más fuerza. Me mira, hace lo mismo que yo y se sube al autobús sonriendo. Cuando sale Zanetti me convierto en un Ultra porque de capitán solo hay uno. Pupi se rie, se da la vuelta y decide subirse por la puerta delantera para que le podamos sacar más fotos. Materazzi hace lo mismo mientras cuando sale Eto’o los cameruneses se llevan todo el protagonismo.
Con un sueño en la mente, con un único objetivo, con una esperanza que es el verdadero sentido del fútbol, me quedo sin palabras, y deseo que llegue mañana para sentir una emoción más fuerte aún. Esto es el fútbol que me gusta, esta es la fiesta que siempre soñé en la ciudad en la que siempre he deseado volver.
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