Ayer Massimo Moratti cumplió 65 años, rodeado por una afición entera que ahora sueña con superar todos los records, y volver a escribir la historia. Hasta el 2006, antes que Calciopoli, Moratti era un perdedor, un ilusionado con el fútbol que gastaba pasta y no lograba nada y el Inter era el equipo del que reirse, que perdía el Campionato en la última jornada. El presidente estaba obsesionado con seguir el camino de su padre Angelo, lograr el primer Scudetto, o llegar a una final de la Champions League. Luego llegó la primera victoria, pero como casi siempre pasa, no fue como la había esperado, fue simplemente moral, y un título que no se gana en el campo no es algo que merece celebraciones. Pero este año todo es diferente. Moratti y Zanetti lloran porque en 15 años han sido capaces de construir este Inter, con la pasión, la constancia y el amor hacia unos colores.
Pupi ahora tiene 37, pero parece que el tiempo se haya parado, por lo menos por su fisico, por su profesionalidad, por sus ganas de darlo todo en el campo, hasta el último segundo. Zanetti es el Inter, es la imagen del sacrificio y de un jugador trabajador que espera su momento con paciencia, es el clásico caso en que la vida antes o después te devuelve algo bueno después de haberlo buscado con tanta determinación. El Inter también es Diego Milito, jugador que llega a la gloria con 30 años, que nunca ganó nada y que en una temporada se lleva todo lo que muchos no consiguen en la vida. El Inter y su afición son la paciencia personificada, y la demostración de que si luchas con intensidad y con fé al final puedes lograr lo que quieres.
En el día en que el Inter se proclama campeón por décimo octava vez en su historia, superando el Milan y convirtiendose en el segundo equipo más ganador de Italia a nivel nacional, Moratti que ya no es el perdedor, gana su quinto Scudetto consecutivo y alcanza el record de la Juventus de los años ’30. Y ahora el sábado el Inter luchará para conseguir el triplete, otro record para Italia, y lo hará en ese mismo estadio donde la selección ganó el Mundial del ’82, y donde, casualidad o no, estaba un joven Beppe Bergomi, otro gran capitán neroazzurro.
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